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INEVITABLE CONFRONTACIÓN.


INEVITABLE CONFRONTACIÓN. Conocí al Señor en una extraordinaria iglesia Pentecostal. Un santo hombre de Dios fue mi primer Pastor. Tuve sinceros e inolvidables hermanos en la Fe. Allí escuché sobre el bautismo del Espíritu Santo y lenguas ajenas a mi conocimiento natural como evidencia de haber recibido ese bautismo. Nunca cuestioné mi experiencia tal como la aprendí y la recibí. Hablé lenguas y “dancé en el espíritu” incontables veces. Mi confrontación empezó cuando leí en forma intencional el libro de los Hechos de los apóstoles, que en mi opinión era más bien los Hechos del Espíritu Santo. En varias ocasiones aparecía las frase “fueron llenos del Espíritu Santo” aunque habían sido “llenos” ya. Y en casi todas las veces que el Espíritu era mencionado, cosas extraordinarias y sobrenaturales ocurrían. Parecía que el Espíritu Santo era la fuerza detrás del predicar con denuedo al perdido, operar consistentemente en un estilo de vida llena de sanidades y prodigios, tomar decisiones osadas y llenas de peligro, además de ser la fuerza que les permitía resistir la encarnizada persecución de la religión y las opresoras fuerzas de las tinieblas. Cuando comparaba ese resultado por haber sido bautizado y llenos de Espíritu Santo con mis resultados y fruto personal, tenía que admitir una profunda disparidad entre mi experiencia personal y la experiencia de la iglesia en el libro de los Hechos. Me sentí atrapado. O bien no recibí el bautismo del Espíritu Santo o por alguna razón mi experiencia está incompleta. Dudo mucho que Dios haya reducido el efecto de ser bautizado con el Espíritu Santo en la vida del creyente. La vida de Jesús y la vida de los primeros creyentes según se relata en el libro de los hechos sigue siendo la medida original que sirve de espejo para comparar lo que soy con lo que leo allí. Me encuentro en una inescapable encrucijada. Estoy a la cacería de la experiencia total, definitiva y contundente de ser bautizado en Espíritu Santo y fuego a la manera del libro de los Hechos. ADMITO CON HUMILDE Y DESNUDA SINCERIDAD, QUE ME NIEGO A PERMANECER POR DEBAJO...DE LO QUE ME FUE PROMETIDO Y SU RESULTADO. Rubén Arroyo...¿Y tú...llegaste ahí?






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