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“YO A USTED...COMO QUE LO CONOZCO...¿O NO?”.


“YO A USTED...COMO QUE LO CONOZCO...¿O NO?”.


“Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme...”

‭‭Jeremías‬ ‭9:24‬ ‭


Estaba siendo invitado a conocer a Dios y a entenderlo. Y si algo aprendí temprano del Señor, es que nunca te invitará a un lugar donde no te esperará para encontrarse contigo.


Con el paso de los años descubrí que el reto de esa invitación no tenía fin. De hecho, Dios me invitaba a algo acerca de lo cual se me había advertido que sería más que inusual.


SUS PENSAMIENTOS NO SON MIS PENSAMIENTOS NI SUS CAMINOS ERAN LOS MÍOS.


El primer problema a resolver es que no pienso como Él ni tampoco tengo los motivos de Él. Esas dos cosas están adulteradas y contaminadas dentro de mí. Mi familia, mi cultura, mi educación, mis experiencias y mi propia interpretación de ellas se convirtieron en “espejuelos” invisibles a través de los cuales yo lo “veía” todo.


Se complica más cuando leo que Isaías me asegura que llevo dentro de mí, “ruinas de generaciones”. En otras palabras, desde que nos echaron del Jardín nos hemos estado poniendo peor. Jesús vino para hacerlo más accesible y garantizar que lo obtenga. Conocer y entender a Dios es una promesa con garantía.


El Espíritu Santo conoce lo profundo de Dios y el mío lo profundo de mí. Pablo me asegura que yo recibí su Espíritu en el mío y eso garantiza que ese conocimiento y ese entendimiento de Dios sea acomodado de Espíritu a espíritu. Él le llama...La Mente de Cristo.


El Espíritu Santo contiene la Mente de Dios. Es el administrador de sus verdades y de sus misterios. En mi relación con el Espíritu del Señor corro el santo riesgo de que se me conceda un conocimiento y entendimiento del Señor que no encontraré en el seminario bíblico, ni en el congreso apostólico ni en la escuela dominical.


Si estudio la biblia fuera del contexto de una relación con quien la inspiró, me encontraré con información sin transformación. Chocaré con un listado de reglas y dogmas que me llevarán a la desilusión inevitable que provoca toda religión.


El que tenga hambre de conocer a Dios porque tiene hambre de agradarlo, descubrirá que esa comida en vez de satisfacer multiplica el hambre de lo mismo que comió.


Rubén Arroyo...Hora de comer.

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